Con una trayectoria marcada por la vocación, la creatividad y la sensibilidad, la arquitecta Alejandra García comparte cómo convirtió su pasión en una forma de vida.

Hija de arquitecto, Alejandra creció entre planos y obras, y aunque al principio pensó en estudiar medicina, rápidamente encontró su camino en la arquitectura. “La arquitectura fue siempre algo natural para mí, mi papá es arquitecto, entonces yo desde chica ya estuve en contacto con la arquitectura, me iba a obras con él, le acompañaba, conocía la dinámica de lo que era la profesión.”, recuerda.

Desde sus comienzos trabajó de forma independiente, combinando su profesión con la maternidad sin sentirse limitada. “Nunca me sentí menos porque tenía que tratar con hombres en obra, al revés, siento que esa es mi fortaleza porque ellos me ven como una mamá también, incluso me cuentan sus problemas”, afirma con orgullo.

Su enfoque se basa en interpretar al cliente y transformar sus ideas en espacios reales, sin que el presupuesto sea un obstáculo para la creatividad. “Todo proyecto nace desde el Excel. Hay que entender en qué quiere invertir el cliente”, dice. Y agrega: “Me encantan los desafíos y siempre busco dar un poco más”.

Se define como versátil, con una inclinación hacia lo contemporáneo y lo local. “Me encanta el ladrillo y todo lo nuestro. No me encasillo en un solo estilo. Puedo acompañar a un cliente clásico o moderno”, asegura.

Para Alejandra, el contexto actual es muy favorable: “Hoy en Paraguay tenemos de todo. Ya no hay que envidiar nada del exterior. Lo importante es la creatividad y saber aprovechar lo que tenemos”. En sus proyectos, apuesta por la innovación constante: investiga nuevos materiales, aplica tecnologías como los paneles 3D y cuida cada detalle constructivo.

Al hablar de su cliente, lo dice con ternura: “mi cliente es mi mimado”. Y al mirar hacia el futuro de la arquitectura, deja un mensaje claro: “Es una carrera hermosa, exigente y de mucho sacrificio. Pero si sos creativo y tenés pasión, vas a encontrar tu lugar”.